Santiago de Chile, ropa limpia, la panza a punto de explotar, un mate y la cabeza llena de emociones; el momento adecuado para escribir la crónica de estos días.
Esta vez nos dirigimos al Tupungato, una montaña grande, que no una gran montaña (dejaremos ese apelativo a otros lugares), simplemente es un volcán de 6559 mts. Y por esa estúpida razón fuimos para allá, pudo ser una expedición científica a comprobar si se puede silbar allá arriba, pero eso se nos ocurrió después.
Como dice un gran amigo: “Lo importante no es el que escalas, sino con quien lo escalas”. Y esta historia sin duda mereció la pena, ahí va:
Día 1- Marcelo nos recoge al alba de nuevo rumbo a los altos andes. Lo 1º follón burocrático: el permiso del ejercito que llevamos 15 días tramitando acabó en una papelera, los carabineros terminan sellando otro papel que les damos sin enterarse que no tiene nada que ver, pero nos dejan pasar. Este nuevo permiso y todas las reseñas de la ascensión terminarían de nuevo en la basura, está claro que lo nuestro es improvisar y pasamos de papeles.
Esta vez las 2 primeras jornadas serán livianas, una mula subirá la carga. Al anochecer estamos en el 2º campamento (2 jornadas en un día, como se nota que andamos fuertes y ligeros).
Día 2- Con los armarios a cuestas subimos a 4300, el Campo Base. En la subida hombros y estomago discuten sin parar ¿hambre o mochilas de infierno?. A la tarde nos sorprende estar acompañados otros 3 grupos buscan el mismo objetivo, nos alegra encontrar otros andinistas con quien compartir experiencias
Día 3- Somos caracoles, arrastrando nuestra casita por los acarreos de Marte, a la tarde estamos en C1 (Campo 1, 5100 mts). Acá dejaremos un pequeño depósito, el armario pesa demasiado. Entre cartas y mate espiamos al Tupungato, anda tímido, siempre con su velo nuboso que sólo a la mañana asoma, tal vez no lo pillamos en su mejor momento.
Día 4- Mierda, el bencina nuevo (el hornillo más caro que encontramos) tiene un poro y no va, dos horas discutiendo con él, un desayuno asqueroso y subimos a C2, 5800. Nos adentramos en el planeta asfixia, el aire es tan liviano que los pensamientos se esfuman y uno se conforma con respirar y sentir. Uno anda siempre un poco borracho, donde el caminar se convierte en una meditación ¿será esto lo que tanto engancha de la altitud?
Me encanta la vida altura, tal vez sea dura, pero muy sencilla: respirar, avanzar, hidratarse,....
Día 5- Es el día perfecto para atacar cumbre, despejado y sin viento, pero las lindas historias requieren su tiempo y la paciencia es una gran virtud, así que dedicamos el día a recuperarnos y aclimatar. Es decir, dormir, comer, jugar a las cartas, leer,....
Día 6- 1 a.m. 45 minutos para vestirnos a 14º bajo cero, un té, una galleta y listos. La noche acaba de empezar y nosotros estamos dispuestos a bailar con ella, tal vez si la suerte nos acompaña hoy alcancemos las estrellas.
Surcamos una arista que lleva a una canal de nieve, en el horizonte las luces de alguna ciudad argentina, arriba la cúpula estelar, abajo el gusanillo de los chilenos que nos siguen los pasos y acá 4 astronautas a 20º bajo cero aferrados a su piolet. Amanece y el espectáculo es indescriptible, por un tiempo pasamos de la cumbre, vamos directos al sol que despunta, un soplo de calor que nos devuelva el aliento.
A partir de 6300 somos 4 naufragos a la deriva; Cester va rápido, no lleva buena bota y el frío es un buen incentivo, no se detendrá ni al llegar a cumbre, nos esperará dando vueltas en círculos. Yo me asfixio, un paso, respiro, respiro, respiro,... otro paso y caigo... debato conmigo mismo: dormir, sólo una cabezadita... apetece tanto dormir acá arriba.... mi hermano pasa: Ok? Ok, no estoy para más chachara.... al final hago trampas, cambio mi dolor de cabeza por otro de estómago (se llama café-aspirina), no se que es peor... adelanto a Jorge: una mirada, cada uno ya tiene bastante con lo suyo.
A las 9:30 estamos todos en cumbre, nos abrazamos y lloramos. Acá arriba no se está nada bien, pero te sientes tan feliz, no se si por llegar o por saber que se acabó el esfuerzo, la cosa es que estás feliz. El mundo a nuestros pies, el cielo un poco más cerca, las emociones a flor de piel y al norte una tormenta se prepara. La observo, no con temor, sino perplejo, que hermosas se ven las nubes vivas, en todo su esplendor... los chilenos llegan a la cumbre norte, nos saludamos... cuanta libertad se respira....
Descendemos rápido, el Tupungato parece enojado y nos azota con furia. Comemos en C2, mientras comprobamos lo que suponía: Cester tiene congelaciones en un pie. Desmontamos y a las 17h estamos en CB (Campo Base) con una “grata sorpresa”: hemos perdido una carpa (tienda) en el descenso, suerte que los chilenos nos dan cancha en un almacén.
Día 7- CB es un frenesí de actividad, mulas, chilenos que se van, otros llegan... un arriero me pregunta por nuestras mulas, le muestro la espalda y ríe. Volvemos arriba y... !Encontramos la carpa! Un bulto rojo en medio de Marte, la buena fortuna está de nuestro lado.
A medio día asamblea: Nos sobran 2 días ¿que hacer? Yo me enamoré de Sierra Bella, quiero colgarme de sus blancas faldas impolutas y desafiar la gravedad, pero llevamos demasiados días en Marte, Cester necesita reposo y todos añoramos el verde mundo. Así que me despido de mi amor platónico y descendemos a 3300.
Al atardecer el viento cesa, todo es paz, al fondo el Tupungato nos saluda junto a las estrellas... en fin: encontramos la plenitud. Dejamos de ser montañeros y nos volvemos montañeses, a la lumbre las gentes se acercan y surgen las buenas historias.
Día 8- Ahora somos excursionistas de mochila liviana y caminar pausado, explorando el estero (torrente) del perdido y la sur del polleras.
Día 9- Descendemos los pasos del 1º día contentos de la aventura que concluye cuando.... nos topamos con el estero del azufre rugiendo con toda su fuerza. Desnudo brinco gatuno entre rocas que el agua baña, ufff no se si lo repetiría, mis compas lo tienen claro: por ahí no pasan.
Una tirolina para los armarios, un doble pasamanos (o mejor dicho pasa-sobacos) para mis compas. La corriente tumba a Jorge y Cester lo rescata. Un buen susto y 2 horas para cruzar un estero de apenas 8 metros.
Día 10- Nos despertamos sobre la hierva, encima las aguas sulfurosas han esculpido un balneario de gurbs gigantes que dan piscinas de todos los colores, es un paraiso y lo disfrutamos que para-iso está. Alcanzamos la plenitud en cada piscina y descubrimos que no estamos tan morenos. Marcelo puntual como siempre nos lleva a Santiago, donde Paco y Valentina nos esperan. Ducha, risas, anécdotas, comida y bebida en abundancia es lo que necesitábamos estos 4 esqueleticos barbudos.
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